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Hace dos años, los Reyes Magos por encargo de mi marido —que debía verme un tanto fondona —, en vez de traerme libros o útiles de papelería monos de esos que nos gustan tanto a los escritores, me trajeron un juego para la Xbox titulado Jillian Michael’s Fitness Adventure. Los Reyes Magos alegaron en su defensa que me habían oído quejarme de lo aburrido que era hacer elíptica y correr en la cinta y que querían que me divirtiera haciendo ejercicio. Que no había que buscarle tres pies al gato.

La tal Jillian se veía de lo más estupendísima en la portada del juego (y también en la portada del post. La he puesto ahí a ver si aumenta mi cuorum de lectores masculinos). Así que me decido a darle un voto de confianza.

Después de pelearme media hora con el Kinect, que no me reconoce a pesar de lo que abulto, Jillian empieza la partida recomendándome una sesión de calentamiento antes de la aventura en sí. A mitad de la sesión de calentamiento, sudo a mares y creo que he calentado hasta la raíz del pelo. Si en algún momento te has preguntado en qué consistía el calentamiento global, ya tienes la respuesta. Así que, cuando inicio la aventura, voy tocada del ala. Empiezo a correr por la selva tropical que está llena de trampas, que me obligan a hacer malabarismos para sortearlas.

Ahí me ves, levantando la pierna izquierda, poniéndome en cuclillas, saltando cual Lara Croft entrada en carnes. A medida que pasan los minutos, las carnes van haciéndose cada vez más pesadas. La Jillian de los huevos que, en principio, me había parecido tan mona, es una bruja de cuidado que, en cuanto me paro dos segundos a descansar, me dice desde la pantalla: «Venga, vamos, que no tengo todo el día» Y cada vez que me equivoco y toco un círculo rojo en vez de uno verde, el juego añade minutos de sufrimiento.

Al día siguiente, cuando me levanté, me acordé de los Reyes Magos, de la madre que los parió a todos y de la que parió a la perfectísima Jillian. Después de dos días moviéndome como Robocop, decidí que no iba a volver a ver a Jillian ni en pintura.

¿Qué tiene esto que ver con el marketing online y con tu carrera como escritor?

Todos los días me llega uno o dos mails al correo electrónico diciendo esto:

«Llevo meses, años, con mi blog y no gano un duro con él. No me ha servido para darme a conocer como escritor».

«Voy a publicar mi novela en dos meses y necesito promocionarla online»

«No tengo tiempo para hacer lo que se supone que tengo que hacer para promocionarme online, así que no me planteo la autopublicación».

Todos estos mensajes se resumen en la misma actitud que tomé yo frente a Jillian. Necesito hacer ejercicio, sé que es bueno para mi salud y para mi culo, pero mi cerebro procrastinador gana la partida y no tengo conocimientos ni entrenamiento para sortear las trampas que el juego me pone en la selva y sobrevivir. Se me hace un mundo y es más fácil tirar la toalla.

Si no conoces las trampas del recorrido y no pones perseverancia en aprenderlas, verás muy rápido el letrero de Game Over en la pantalla.

No pasa nada si la primera vez caes en el pasadizo del palacio, o en el hoyo que hay al lado de las escaleras. Siempre que sepas cómo salir del atolladero. Todos cometemos errores. Yo los cometo. Y tú también los cometerás. No pasa nada. Lo importante es que tengas paciencia y que perseveres. Cuanto más lo hagas, más rápido intuirás las trampas y podrás reaccionar a tiempo para evitarlas y seguir corriendo hacia tu meta.

¿Jugamos?

Primera trampa: no tengo autoridad para hablar de lo que hablo. 

Pero…¿quién soy yo para hablar de literatura fantástica juvenil cuando solo tengo dos novelas de esta temática en el mercado? (Por cierto, si no las conoces…guiño, guiño). O aún peor, cuando no tengo novela publicada. Esto —que aqueja a más escritores de los que puedas imaginar, incluso con varios libros en el mercado— se llama «el síndrome del impostor».

Sientes que no tienes suficiente autoridad para enseñar a nadie de tu temática, entonces ¿de qué vas a hablar en tu blog de escritor? Y si no hablas de tu temática, ¿cómo vas a conseguir visibilidad online? La pescadilla que se muerde la cola.

¿Por qué pasa esto? Pasa porque, cuando te comparas con gente de la talla de César Mallorquí o de José Antonio Cotrina, tú eres una mierdecita pinchada en un palo (Sí, hoy estoy escatológica).

Eres como el corredor de marathon que solo se fija en los que tiene por delante, sin darse cuenta de que por detrás hay un inmenso pelotón de gente. Tú sabes más de tu temática que la persona que acaba de empezar. Con tu conocimiento actual en un género concreto ya puedes aportar valor a los que empiezan a recorrer el camino. Es más, a medida que vayas escribiendo, el camino será mucho más sencillo. En unos años, serás un experto en tu temática y ya tendrás novelas que lo avalen.

Pero, si eres listo, harás entrevistas a los que saben más que tú de ese género. Con esto consigues tres cosas: conocerlos, tejer tu propia red de contactos y apropiarte de alguna pincelada de autoridad.

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Segunda trampa: lanzarse sin tener ni meta ni idea de qué quiero hacer.

Te han dicho que para ser escritor tienes que tener un blog. Así que, ni corto ni perezoso, te montas un blog con un blospot.com o un wordpress.com y te pones a hablar de lo que te parece. «Hoy me apetece hablar del vuelo raso del cernícalo» y ¡zas! un post sobre el vuelo raso del cernícalo. Al cabo de un año, en ese plan, tu blog parece una peli del Oeste. Solo pasan el viento y las bolas de paja.

¿Cómo voy a centrarme en una temática si es que a mí me gusta todo? —dices— Me encanta la fantasía, pero también el terror y adoro la romántica y también la novela negra. Y quiero hablar de cine, de running y de restaurantes que me gustan. Hay gente que me ha llegado a decir «Pues a mí me va muy bien sin una temática concreta». Bueno, puede ser. Depende de cuál sea tu objetivo. Si tu objetivo es vivir de la literatura, va a ser que no.

No te lances a ciegas a escribir, sin saber dónde te metes.

Tercera trampa: no hacerlo hasta que todo esté perfecto. 

No me gusta la gente perfecta. O, mejor dicho, dado que todos somos imperfectos, no me gustan los hiperperfeccionistas. A todos nos avergüenzan —pasado un tiempo— nuestras primeras publicaciones. Y quien diga que no, miente. O no ha pasado suficiente tiempo como para juzgarla con ojos experimentados. Todos mejoramos a medida que entrenamos la escritura.

Con tu blog de escritor pasa lo mismo. Lánzate con un blog mínimo viable:

El secreto del éxito como escritor es escribir y corregir y no parar de hacerlo. En tu blog de escritor, el procedimiento es el mismo: escribir y corregir. Y para corregir necesitas la analítica web (menos mal que en la plataforma la explica bien clarito en videotutoriales Gabriel de Donato).

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Trampa nº 4: Yo me lo sé todo. 

La soberbia mata. Mata mucho más que cualquier veneno. Aunque tengas una editorial detrás que te haya hecho un marketing de la leche de tu novela, no vivirás de escribir a menos que trabajes tu audiencia. Tú, no la editorial.

Aunque tengas libros con editorial, no descartes de un plumazo la autopublicación: puedes complementar tus ingresos con un libro de cuentos, un ebook de no ficción o algo que —a lo mejor— es menos comercial para la editorial que una novela (ilustraciones, cuentos infantiles, un recopilatorio de posts útiles…). Si tienes una audiencia, lo agradecerán.

Algunos de los alumnos que he tenido en estos últimos tres años son escritores con varias novelas publicadas en editoriales grandes que, sin embargo, no podían vivir de la literatura. Uno de ellos incluso se quejaba de que «ya estaba viejo para aprender marketing online» como le pedía la editorial. Pero lo hizo. Aprendió a correr por la selva.

Si no tienes una mente abierta a los cambios, se te cerrarán puertas por todos lados. 

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Trampa nº 5: la snitch dorada.

Hay demasiada información en internet sobre cómo triunfar con tu blog, demasiadas herramientas imprescindibles para hacerlo, demasiados posts que leer, demasiadas newsletter que te invaden el correo y que nunca tienes tiempo de leer.

Te voy a decir la verdad.

No eres Harry Potter. No te han elegido buscador del equipo sin haber volado en tu vida. Para empezar, porque ni siquiera formas parte del equipo que juega el partido de quiddich. Estás sentado en la grada de ver cómo otros que escriben peor que tú tienen más visibilidad online. Y venden más.

Necesitas un entrenador. Alguien que te enseñe a volar en escoba antes de saltar de post en post en busca de la snitch dorada. No tengas prisa. Si dentro de dos meses publicas tu novela, pero no has trabajado con tu audiencia antes, no te vas a poder promocionar online. No funciona así.

Y no pongas tu atención en un punto y luego en otro, y en otro, y en otro, persiguiendo esa snitch que brilla tanto. Céntrate en la base. Antes de un año, haciendo las cosas bien, es raro que no obtengas beneficios.

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Trampa nº 6: eres un procrastinador nato. 

Empiezas persiguiendo la snitch dorada, te agobias porque no puedes con todo y, en vez de buscar ayuda, procrastinas, te desmotivas y abandonas. Guardas el juego de Jillian en la estantería.

Decía Beppo, el barrendero, en Momo, que nunca hay que mirar el patio entero, sino solo la siguiente baldosa. No mires todo lo que te queda por hacer, sino márcate objetivos asequibles a corto plazo, mes a mes. Conquista pequeñas victorias y sal de tu zona de confort.

Ser escritor emprendedor no es un sprint. Es una marathon. Planea a corto plazo, sin perder de vista la meta final.

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Trampa nº 7: me he quedado atrapado en una isla.

Uno de los fallos más frecuentes por los que el blog de un escritor no funciona es porque no escribes lo que quieren tus lectores, sino lo que tú quieres. Si te obsesionases con ayudar a tus lectores, otro gallo cantaría. Pero tu obsesión es vender tus libros.

Si aportas contenido de valor a tu audiencia, podrás monetizar tu blog y vender tus libros sin problemas. Si los presionas con «Compra mi libro» cada dos pasos, te quedarás solo en tu isla.

Y no solo eso. Crea puentes entre una isla y otra: colabora con los escritores de tu temática, con los blogs literarios de tu género, con los booktubers, haz networking en redes, teje tu propia red de conexiones. Haciéndolo conseguirás cosas que solo no podías.

Por ejemplo, ¿te apuntas a la comunidad de «El escritor emprendedor en Facebook?

Te preguntarás qué pasó con el juego de Jillian ( a lo mejor, si has llegado hasta aquí, te toca un pie lo que haya pasado y solo quieres que me calle de una vez). Desgraciadamente, sigue en la estantería. Pero como mi objetivo estaba claro: hacer ejercicio, lo intenté de otra forma. Me apunté a clases de zumba donde me lo paso pipa.

A veces, mirar las cosas desde otro punto de vista es lo único que tienes que hacer para conseguir tus objetivos y llegar sano y salvo a la meta.

¿Y tú? ¿En cuál de las trampas has caído?