No te esperabas un post hoy. Un post con un título sospechosamente parecido a uno de Gabriella Campbell, pero juro que no tiene nada que ver con lo que ella cuenta, salvo que la figura de Steve Jobs está también de por medio.  
Es que esta semana es la semana del audiolibro. «¿Y qué?» —me dirás. Sí, a mí tampoco se me había ocurrido pensar que el audiolibro era un recurso para promocionar y vender nuestra obra. Después de todo, somos escritores. Lo que hacemos es escribir palabras, no escucharlas. 
Pero en la última Feria del Libro se me acercó un lector algo diferente de lo habitual. Mi lector era ciego. Pero vino a verme para felicitarme por mi obra. Su mujer, pacientemente, le había leído capítulo a capítulo. 
—¿No se le ha ocurrido pasarla a audiolibro? —me preguntó. Hasta ese momento, no. En realidad, la ciega había sido yo. 
Así que, cuando los chicos de Seebook contactaron conmigo para ver si quería participar en la semana del audiolibro, en vez de decirles que no, como suelo hacer cuando me proponen reseñas por encargo, les dije que sí. Quería experimentar por mí misma la sensación de “leer” un audiolibro. 
Podría haber elegido cualquier otro libro, pero elegí éste: 
Te digo la verdad. Lo hice porque había oído unos días antes una entrevista a uno de los CEOs más importantes de España en la que decía que este audiolibro de Penguin Random House (una de las editoriales que mejor lo están haciendo a nivel de marketing online) era tremendamente interesante, que iba oyéndolo en el coche o mientras hacía deporte. Como si fuera un podcast. Me picó la curiosidad. 
Resultado: a pesar de la voz perfectamente aterciopelada del narrador, he de confesar que no soy chica de audiolibro. De hecho, precisamente por la voz, me quedaba frita en menos de veinte minutos de empezar a oírlo y tenía que volver hacia atrás al día siguiente. Pero es verdad que el libro es interesante. Isaacson consigue que conozcamos los rincones más recónditos de Jobs, que comprendamos todo su ambiente en un contexto histórico. 
No es una biografía dulcificada: desmitifica completamente a la figura del mandamás de Apple y de Pixar. Sobre todo, porque creo que Steve Jobs —si lo que cuenta Isaacson es correcto, que creo que sí— padecía un trastorno narcisista de la personalidad no diagnosticado. Y si hay que ser así, tan carente de empatía, para triunfar, creo que me quedo donde estoy. 
Pero sí que hay cosas que podemos aprender de Steve Jobs y de su trayectoria vital, como escritores emprendedores: 
  • Hay que aprender a decir que no: el tiempo es el recurso más valioso que tenemos. Si lo ocupamos en cosas que no nos aportan valor, estamos echando nuestra vida por el sumidero. Muchas veces, no tenemos tiempo para lo que tiene importancia por no decir que no a cosas que no la tienen. 
  • Para triunfar no hace falta un título universitario. Ni un título, ya que estamos: se avecina un cambio de mentalidad que da un giro de 360º con respecto a lo que conocieron nuestros padres. El mundo es global y uno puede formarse sin necesidad de tener un título que lo atestigüe. Eso lo he aprendido este año. Abandoné el máster de Marketing online que estaba haciendo por tener un título que garantizara que sé de lo que hablo, al darme cuenta de que todo lo que me enseñaban ya me lo sabía y que lo que estaba haciendo realmente era perder el tiempo. 
  • Rodéate de los mejores: sí, es verdad que Jobs era incluso cruel con sus empleados. Pero en algo tiene razón: cuando te rodeas de gente que sabe más que tú, no te queda otra que crecer. 
  • El minimalismo es bueno: Jobs no decoró su casa, casi ni la amuebló. Yo sería incapaz. Pero a la hora de escribir, las florituras no son necesarias. Cuantas menos palabras uses para describir algo, cuánto más sencillo sea, más enganchará al lector. Lo mismo ocurre con tu blog y con tus redes. Sé solo tú.

Tomar las riendas de tu carrera profesional como escritor-emprendedor es poner en práctica el slogan de Apple. Pensar en incorporar el formato del audiolibro al resto de los formatos de publicación de nuestra obra, también.

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