Aprender a emprender: el escritor orquesta.

Escribo este post a raíz de un comentario de un alumno en una clase que di la semana pasada. El tema de la clase era a grandes rasgos qué es un escritor emprendedor y cómo conseguir montar tu propia empresa unipersonal para poder vivir de la escritura. 

Lo conté en la newsletter de MOLPE de esta semana: una cosa que me pasa cada vez que doy este tipo de clases (era una clase en un máster de escritura) es que me siento como cuando les tuve que confirmar a mis hijos que efectivamente los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez y Papá Noel no existían sino que éramos los padres. Mi hija se pasó una semana sin hablarme por mentirle.

Los alumnos de esa clase acababan de llegar a este mundo editorial en su gran mayoría. Algunos tienen obra publicada pero desde el punto de vista tradicional y con pocas ventas. El concepto del escritor emprendedor a cargo de su propio negocio unipersonal les chocó como si yo les colocara frente a un tranvía desbocado. La cabeza se les vuelve del revés cuando les hablo de visibilidad, embudo de ventas y demás palabrejas de emprendimiento escritoril.

Y cuando algo te saca de la zona de confort, te revuelves. «Esto, todo esto que nos cuentas, el que el escritor tenga que trabajar su marca personal y su visibilidad para vender, es casi como desprestigiar la profesión de escritor», me dijo uno de ellos. «Convertirnos en hombres-orquesta».

El escritor orquesta

Me acorde entonces de este post de Isaac Belmar, al que adoro, por su amor profundo a la literatura y la profesión de escritor, aunque no siempre comparta lo que dice. Y de muchas quejas como esta de José de la Rosa en su momento que generó el artículo «Cómo sobrevivir al marketing para escritores».

Mi concepto de escritor emprendedor no es el del «hombre-orquesta» sino el del director. No en vano está buscada la foto que encabeza este post. Pero no sé si sabéis que, para llegar a ser director de orquesta, hay que saber tocar un instrumento de cuerda, uno de viento, el piano y algo de percusión. Aparte de una formación musical exhaustiva y muchas, muchas horas de práctica. El director de orquesta también se encarga de organizar el evento, de elegir las piezas, de cuadrar agendas, de mediar entre los músicos, de comprobar la afinación de los instrumentos… ¿a que eso ya no te parece tanto de su trabajo? Pues lo es.

Empecé esa charla de la que te hablaba antes con la analogía que desarrolla Michael Ende en su libro La historia interminable. Dicen que Ende diseñó su mundo de tal forma que la Emperatriz Infantil es una metáfora del gérmen del escritor. Os lo conté en este artículo. Y que todos queremos quedarnos a salvo en la Torre de marfil sin salir a luchar a brazo partido contra la Nada. 

No se nos enseña a emprender y no hay estudios reglados para ser escritor

Contesté al asistente a la charla diciéndole que, cuando uno empieza en esto, debe elegir su propio camino. Tienes dos opciones: una, si eliges la vía tradicional y no salir de la Torre de marfil, es muy probable que no lo consigas nunca (después de todo, las editoriales son negocios que quieren vender libros y valoran que un escritor tenga audiencia) y, aún en el caso de que consigas publicar habitualmente, si no quieres tener nada que ver con la parte de promoción, debes buscarte un trabajo que te mantenga y te deje suficiente tiempo para escribir. 

Y dos, puedes plantearte vivir de esto y ser híbrido. Lleva muchísimo más trabajo, eso sí, pero puede que adicionalmente, consigas también estar en las mesas de novedades de las librerías con el tiempo. 

Emprender es una actitud ante la vida, es ser activo en la toma de decisiones que se te plantean y tener iniciativa para ejecutar lo que decidas. De hecho, emprendedor viene de entrepreneur, que era como se llamaba en Francia en el siglo XVI a todos los que viajaban a América dejando todo atrás, en busca de un destino mejor pero indudablemente incierto. Y no estamos acostumbrados a la incertidumbre, no la queremos en nuestras vidas.

Como me responde la correctora Ana Castillo:

«No nos educan para ser emprendedores, ese es el problema. En mi familia, emprender es comprarse un camión, abrir un bar o una peluquería. Y siempre terminar arruinado. «Oposita o estás perdida», te dicen.La parte buena es que ya hay una parte de la población que ha evolucionado. Quizás es muy poca todavía, pero como todo, hace falta darle tiempo».

España además no es un país de emprendedores. La mayoría de los estudiantes quieren ser funcionarios o empleados en empresas. Supongo que nos educan para no cuestionarnos las cosas, porque siempre se han hecho así. 

Carmen Fernández Santás me contesta a la newsletter con un ejemplo: 

«Cuando tenía a mi hija pequeña vi una tela preciosa en un mercadillo londinense y pensé: «con este trapito le hago un vestido a mi niña de ensueño». Desempolvé la máquina de  coser que tenía sin estrenar y manos a la obra, toda entusiasmada. Era mi primer vestidito y, por supuesto, me llevó una eternidad hacerlo: entre leerme el manual de la máquina de coser, cortar el patrón en papel,  coser derecho, deshacer lo que no me salía bien…en fin, lo que una modista me haría en un plisplás, yo tardé como diez veces más.

Todos esos días que estuve a vueltas con el vestido no escribí nada. Estaba escribiendo libros de texto de inglés para secundaria. Mi lección aprendida: zapatero a tus zapatos. A mí no me costaba hacer unidades didácticas y me las pagaban muy bien; a mi modista no le costaba hacer vestidos y le podía pagar lo que fuera. Con lo que me pagaban, me sobraba dinero  para pagarle diez vestidos y además me quedaba más  tiempo libre para disfrutar con mi hija.

Al margen de esta anécdota, todos los estudios demuestran que el multitasking no es eficaz, que rindes más y se alcanza mayor nivel de excelencia cuando te especializas en lo que más te gusta y para lo que tienes más capacidades. No tiene nada que ver con prejuicios porque no estamos hablando de escalafones. De hecho, un emprendedor con dominio de las TIC puede cotizarse más que un escritor. La cuestión es hacer aquello que amas y, para hacerlo bien y alcanzar la excelencia, tienes que especializarte y dedicarte a ello  en cuerpo y alma».

Y es verdad que, como dice ella, si la gran mayoría de nosotros tuviera dinero para pagar a un community manager que se encargara de toda la parte de blog y redes lo haríamos para dedicarnos solo a escribir. En esto tiene Carmen parte de razón. Y la tiene el alumno, también. Pero me temo que el mundo no es ideal y que los escritores por regla general somos pobres como ratas y no podemos pagarle a nadie para que haga ese trabajo por nosotros.

Precisamente, como el mundo no es ideal, los equipos de marketing de las editoriales no dan abasto para hacer el trabajo de promoción constante que asegure longsellers a todos sus autores. Así que no nos queda más remedio que arremangarnos si queremos vender. 

En mi caso, además, es que me gusta. Me gusta escribir en el blog y me gusta hablar de libros con mis lectores en redes. Me encanta que me respondan los mails. ¿Seré rara? Puede ser.

Es agotador llevar nuestro marketing de contenidos. Lo es. ¿Sería mucho más sencillo si alguien lo hiciera por nosotros y nos limitaramos a nuestro área de fortaleza que es escribir? Por supuesto. ¿Sería genial que nos tocara la lotería y pudiéramos delegar todo lo que no nos gusta o nos cansa? Claro que sí. Pero esto es la vida real. 

Como dice Loli Pérez, otra de las escritoras que ha contestado la newsletter, 

«Un panadero, por ejemplo, puede salir de la escuela de panadería y ser un panadero de lujo, pero no se puede quedar en su casa esperando ofertas o, recién salido de la escuela, como esta, esperar que lo contrate Panrico. Tiene que echar muchos currículums en panaderías pequeñas y recibir muchos noes porque, por muy buen panadero que sea, panaderos hay muchos.

Y puede que algún día te contrate Panrico, pero debes saber que vas a hacer pan de molde todos los días, que es lo que vende Panrico. O también puedes abrirte tu panadería, ofrecer buenos panes y esperar prosperar haciendo las cosas bien. Pero eso requiere una inversión inicial fuerte, hacer un buen producto, y luego todo lo demás que no es ser panadero: saber de máquinas, de finanzas, de contratación, de los permisos, de suministros, de canales de ventas, e incluso de Internet, de cómo hacerte un hueco en el barrio y mantener fieles a tus clientes… En definitiva, de llevar un negocio.¿Desvirtúa eso la profesión de panadero? No, solo que el panadero tiene más trabajo. Cuando el negocio vaya bien, puede contratar gente para que le haga otras cosas y dedicarle más tiempo, pero nunca podrá dejar el negocio abandonado en manos de otros». 

¿Desprestigia la profesión de escritor el tener que ocuparnos de parte de nuestro marketing?

No. La idea es que no eres un escritor y ya, de la misma manera que el panadero no solo hace pan. O el director de orquesta no se limita a lo que es el espectáculo. Tu negocio unipersonal es tu escritura. Pero, como dice Loli, todo negocio necesita inversión y esfuerzo y meterte en lodos que no te gustan. Yo odio hacer la facturación mensual y, de hecho, tengo un gestor para hacerlo, pero soy yo la que organiza todas las facturas a pesar de que lo aborrezco porque de esa manera me entero de qué se está vendiendo, en qué sitios y qué se ha dejado de vender. Y puedo ponerle remedio a cosas que no están funcionando. 

Creo que lo que habla por nuestra boca cuando decimos que desprestigiamos a la profesión es el miedo. El miedo a que todo cambie, a sentirnos desubicados, a no controlar nada de las herramientas que internet pone a nuestro alcance, a sentir que nos queda un patio entero por barrer antes de poder tomar la batuta.

Aún así, lo más complicado de ser escritor emprendedor no es cambiar el chip, aprender a emprender y manejar un montón de cosas que parecen ajenas a la profesión de escritor o entender que, si quieres que sea tu trabajo, tienes que profesionalizar todos sus aspectos, que también; sino mantenerse en un país en el que los autónomos y la cultura no se cuidan. Y en el que la piratería campa a sus anchas sin que a nadie le importe un pito.

Pero eso es otro melón. Y como decía el gran Ende «será contado en otra ocasión».