escritor emprendedor

Esta semana hace un año que dejé de ejercer como anestesista en el hospital. Un año que ha pasado en un suspiro y durante el que, a pesar de los agoreros, me he mantenido económicamente gracias a la literatura. En realidad, hoy no iba a escribir sobre esto. Mi calendario editorial —importantísimo organizarlo mes a mes— para el blog decía que hoy tenía que hablaros de autopublicación versus autoedición, pero no me apetece. Me apetece reflexionar sobre todo eso que nadie me dijo sobre ser escritora emprendedora y que me he ido encontrando por el camino. Y me apetece que nos tomemos juntos una copa de vino para brindar por este año y desear que vengan muchos más. Lo mismo para mí que para ti.

Estos escritores que quieren vivir de sus libros…

Una de las primeras cosas que aprendes cuando empiezas en este mundo es que el escritor no está en nómina para las editoriales. Cuentan con que tú no vas a vivir de esto y, por lo tanto, lo normal es que seas el último en recibir tu liquidación y el último en ser tenido en cuenta. Y sí, hay muchos escritores —incluso escritores con mucha trayectoria profesional— que no viven de esto. Pero también los hay que sí lo hacemos.

Sobre todo, aquellos que consideramos la posibilidad de ser híbridos (y combinar autopublicación con edición tradicional). Que lo sepas, ser híbrido se considera un horror (y un error) por parte de muchos autores ya consagrados y es un tema en el que he discutido con gente con muchas más tablas que yo en literatura, que sin embargo no conseguían vivir de esto.

Hay dos formas de vivir de la literatura

Lo he dicho ya varias veces: me repito más que el ajo. El modelo tradicional de ingresos de un escritor es el de combinar los libros con la metaliteratura. No me he inventado yo el término. Metaliteratura es literatura sobre literatura. Es decir, dar cursos de literatura, charlas, conferencias, escribir libros para escritores y además, escribir ficción. Este modelo es el de toda la vida, incluso para escritores superventas.

El otro modelo es el del escritor hiperproductivo, que aprovecha los ciclos de 90 días de Amazon y es un modelo típico de un escritor independiente. Escribe muy rápido y produce mucho contenido, por ejemplo, una novelette cada tres meses. Si es un escritor que se toma en serio su trabajo y a sus lectores, trabajará codo a codo con un corrector de estilo para producir lo más deprisa posible un catálogo amplio. Y trabajará de forma adecuada su marketing online.

El modelo del escritor emprendedor desde mi punto de vista es un modelo híbrido, como el mismo escritor emprendedor, que combina un catálogo amplio con ingresos que vienen de infoproductos e ingresos pasivos (afiliación en Amazon, por ejemplo)

Lo más importante es tener bien amueblada la cabeza

Una de las cosas más importantes que he aprendido en este año es que lo más importante es tener muy claros tus objetivos. Al principio, pensaba que todos los escritores podían ser escritores emprendedores. Ahora me doy cuenta de que no es así. Para tomar las riendas de tu carrera profesional, tienes que ser capaz de poder superar los fracasos —que siempre los hay— y aprender de ellos y tu manera de pensar determina tu actitud y tu aptitud. Cuando estás al frente de un negocio unipersonal, como es el ser un escritor emprendedor, tienes que mantener el foco en todo momento, tienes que enfrentarte a tus miedos (“¿Cómo voy a decir que no a esta supereditorial para autopublicar?”), desprenderte de creencias que son limitantes para tu crecimiento como escritor y adquirir hábitos de trabajo y disciplina diaria. Todo eso con el propósito de transformarte en la persona que quieres ser.

El éxito no es algo que suceda, aunque siempre cuenta la suerte. El éxito es algo que se crea y por lo que se trabaja. Una actitud negativa (“Nunca lo conseguiré”) y el síndrome del impostor son ruedas de molino atadas a nuestro cuello y nos impiden progresar. No podemos evitar los fracasos, pero podemos evitar el quedarnos en el suelo y no levantarnos.

Es importante aprender a escribir

A escribir también se aprende. Sí, por supuesto que existe eso que se llama “talento innato”, pero ni siquiera el más talentoso brilla por sí solo. Es necesario el bisturí del editor. Ya sea de una editorial o freelance. Por eso, encontrar un buen corrector es imprescindible si quieres ganarte la vida como escritor y quieres progresar en tu escritura.

Escribir bien y tener una buena novela, como decía la editora Elsa Aguiar, no es lo mismo. Hay autores que tienen una prosa muy cuidada, pero el libro se te cae de las manos porque son incapaces de enganchar. Y otros, que a lo mejor no escriben tan bien, pero que venden como churros porque sus argumentos son atrapalectores. También es importante desarrollar la paciencia al escribir. No querer terminar ya y rematar apresuradamente. Las tres cosas llevan trabajo. Expurgar tu texto de adverbios innecesarios, de frases que repiten lo mismo de otra forma, de coletillas absurdas en los diálogos, es algo que se aprende poco a poco y de la mano de un corrector de estilo.

El marketing online es importante, pero no lo es todo

El marketing online es importante. Sin audiencia no vas a ninguna parte. Pero veo que ahoga a muchos escritores. El marketing online, como ya he dicho muchas veces, es aprovechar la tecnología para llegar a nuestros lectores. Aprender a usarla lleva trabajo. De la misma manera que no es uno brillante en su primera novela (por lo general), una no hace un buen marketing sin formarse. Pero, una vez aprendes a usarlo, el marketing tiene que ajustarse a ti como una segunda piel. Tienes que desechar aquello que no te sirva y usar lo que sí. Y sobre todo, ajustarlo a tu propia vida.

Mucho contenido, no. Contenido de valor para tu lector objetivo.

¿Por qué digo que es importante, pero no lo es todo? Porque si no mejoras desde el punto de vista literario, tus lectores no te darán una segunda oportunidad. Por mucho marketing que hagas, si el producto no es bueno… Ahora, si solo tienes producto, no llegarás a nada. Por muy bueno que sea.

Para lucir hay que invertir

A lo largo de estos años, he invertido mucho dinero en conseguir estar donde estoy. Y me queda mucho por invertir. En formación, en corrección, en maquetación, en ilustradores, en informática, en colaboradores… Cuando tú montas una tienda a pie de calle, no dices: ˝Quiero montar un negocio, pero como no tengo dinero, voy a abrir la puerta a ver si entra alguien en esta tienda vacía”. Ser escritor emprendedor es tener un negocio online. Y un negocio online no sale para delante sin una inversión inicial. Desde luego no tan grande como la de la tienda a pie de calle, pero sí ir destinando cada mes un poco para irte formando, para tener una web profesional en condiciones, para que tus libros sean corregidos. Eso es lo mínimo.

No me arrepiento de las inversiones que he hecho, aunque algunas no han sido atinadas. También se aprende con el tiempo quién merece la pena y quién no, y a distinguir el grano de la paja.

El universo está en constante cambio y tú también

Nacemos libres, pero al ir creciendo toda clase de normas y creencias nos lastran con su pesada carga. Y muchas veces esas normas, esas creencias, ese “lo que está bien y es correcto” no cuaja en absoluto con nuestra forma de ser. Necesitas adaptarte al cambio constante para progresar como escritor emprendedor. Y es por eso por lo que digo que tal vez esto no sea para todo el mundo.

La persona que escribe este post no es la misma que empezó este blog en septiembre de 2015, ni la misma que lo escribirá el año que viene. He cambiado y pienso seguir haciéndolo, pienso seguir aprendiendo, embebiéndome como si fuera una esponja de todos aquellos que saben más que yo, pero también de los que están empezando ahora, porque puedes aprender mucho de todos.

Sigo siendo médico

Y sí, desde mayo del año pasado no ejerzo la medicina, pero a mi manera sigo siendo médico. Aunque mi labor ahora es diagnosticar las dolencias de los blogs de escritores y tratar aquellos que son tratables.

Aunque una cosa te digo, el médico puede decirte mil veces que dejes de fumar, pero eres tú el que deja de comprar el paquete de tabaco.