Los sanitarios en general —y los médicos, en particular— tenemos la pésima costumbre de llamar a los pacientes por su diagnóstico o por su cama, en lugar de por su nombre. El señor José Fernández que —desde que le salió el bigote, ha sido Don José para todos— se convierte de esta manera en el páncreas de la 437-2. A eso tenemos que unir que, en Cuidados Críticos, el tubo, las máquinas, los cables de los monitores y los perfusores de fármacos tienden a deshumanizar a la persona que está en el medio de todo, empequeñecida por el blanco de las sábanas.
Me dirás: ¿qué tiene que ver esto con el marketing para escritores?
No seas impaciente y déjame contarte. En una de mis guardias como residente, había pasado todo el día con un paciente intubado. Me sabía de memoria sus constantes, sus antecedentes, hasta el número de plaquetas que tenía en sangre pero, hasta que por la noche no tuve que sentarme a pedir las analíticas del día siguiente, no me había fijado en su nombre. Al hacerlo, lo leí incrédula un par de veces y entonces lo miré: a él, a la persona, no al paciente. No al hematoma intraparenquimatoso de la cama 4.
Era el padre de una de mis amigas de la Universidad. Un señor que recordaba bromeando con su hija, al que le gustaba leer, contar historias, la poesía y la música clásica. Me sentí fatal. Fatal por no haber leído su nombre lo primero. Fatal por no haber llamado a su hija y decirle: “Estoy aquí, por si me necesitas”. Fatal por haberlo deshumanizado de aquella forma. Fue lo que llamamos “un momento de la verdad”.
Y me prometí a mí misma que no volvería a pasarme nunca. Aunque me dedicara a otra cosa.
Lo mismo les pasa a los escritores cuando empiezan. Los lectores son lectores, anónimos, los ven pero no los conocen, no les ponen cara. Pero si formas comunidad a tu alrededor, los lectores dejan de ser números y se convierten en personas. Y eso, el humanizar tu marca, es lo que hace que seas diferente del resto. Del que sigue hablando del paciente de la cama 437-2.
En la vida de un escritor hay dos momentos de la verdad: cuando tu libro sale a la venta y cuando recibe la primera crítica.
Y en esos dos momentos influyen una enorme cantidad de factores. Hace años, la primera crítica dependía del presupuesto de marketing de la editorial y de los contactos que tuvieran con los periodistas culturales. El lector veía el libro generalmente en el punto de venta y tomaba su decisión de compra en base a tres cosas: la portada, la sinopsis y lo que hubiera oído decir del libro a sus conocidos.
Uno de los mayores cambios que ha experimentado la industria editorial (y, por lo tanto, el poder vivir de ser escritor) es el cambio de modelos de compra. Ahora, podemos adquirir de todo por internet, desde cualquier lugar y utilizando muchos dispositivos diferentes. El punto de venta del libro ya no se limita a una librería con cuatro paredes y un techo.
Pero más allá de la importancia que tienen las compras por vía electrónica, lo que realmente importa es lo que internet se relaciona con el comercio tradicional. Un ejemplo de esto es el inline shopping. Seguro que lo has hecho alguna vez, aunque no sepas qué es. Sacar una foto de una portada que te atrae en la librería y luego comprar el libro en ebook, porque es más barato. O ver un libro que te llama la atención y buscarlo en Goodreads en el móvil para ver qué opiniones tiene antes de comprarlo.
En la charla de marketing para escritores que di en Febrero en Madrid, explicaba los pasos que da un lector para conectar con un escritor: es el llamado modelo AIDA (Awareness, Interest, Desire & Action. O en cristiano: Conocimiento, Interés, Deseo y Acción). Cada vez menos, el lector te conoce por encontrarte en la mesa de una librería y ya. Generalmente, buscamos al escritor después, en internet. Queremos ponerle cara, saber qué más ha escrito si nos gusta el libro. De ahí la importancia de ser escritor híbrido (como siempre te digo): combinar edición tradicional con autopublicación.
Cada vez más, el conocimiento viene de las redes sociales (el boca-a-boca tecnológico) y ese es el papel que cumplen dentro del marketing online para escritores: dirigir al lector hacia tu contenido.
Las redes sociales no sirven para vender.
Si no eres conocido en tu campo, debes elaborar un plan de marketing para darte a conocer en los sitios apropiados. Y, una vez que has llamado la atención de tu lector y lo has llevado de la mano a tu blog, tienes que despertar su interés con un contenido increíble. Tan bueno que desee seguir leyéndote y se suscriba a tu newsletter (Por cierto, tengo una neswsletter maravillosa que te llega los domingos con enlaces de interés y contenido extra ;D)
Para que el lector termine comprando tu libro, debe conocerte. Debes ser José Pérez, no el paciente de la 437-2. Debes convencer con tu contenido para que, de la inmensa montaña de libros que se editan al año, elija el tuyo. Ese momento, en el que se produce la primera compra (de una persona anónima, que no es tu madre) es el primer momento de la verdad.
De ti, de tu calidad literaria, de lo bien que lo hayas hecho (y de los profesionales que te hayan rodeado. Porque un libro no es solo el escritor, sino también el corrector, el maquetador, el ilustrador…) depende que el lector vuelva a por más y se convierta en un fan que te recomiende a sus amigos: segundo momento de la verdad.
Lo más duro de esto es que ese segundo momento de la verdad se repite en cada libro. Piénsalo: ¿cuántos escritores que leías de forma habitual dejaste de leer porque su último libro no te convenció?
Hay escritores que dicen que el marketing no es para ellos, que lo suyo es un arte y que nada tiene que ver con embudos de conversión y con el modelo AIDA. De la misma manera, hay médicos que dicen que el trato con el paciente tiene que ser lo estrictamente necesario, que lo suyo es un arte. Tanto unos como otros, no se pararán jamás a mirar el nombre del paciente de la 437-2
Yo soy escritora. Para mí, escribir es un trabajo como otro cualquiera. Y como trabajo tiene que recibir su nómina. Puede que no lo llames trabajo o que no lo llames marketing, pero cuando tu libro llega a la librería (sea esta virtual o física) recorre a tu pesar las 4 fases del modelo AIDA:
- Conocimiento: tu portada llama la atención del lector entre miles.
- Interés: el lector —llamémosle Rafa— toma el libro y le da la vuelta para leer la sinopsis (o clica para leer la sinopsis y las opiniones).
- Deseo: abre el libro por la primera página y lee las primeras frases.
Esa es tu oportunidad para que Rafa lleve a cabo la Acción de comprarlo (¿Te he dicho que mi bilogía está tirada de precio hasta finales de Octubre aquí?).
El que diga que el marketing no es para el escritor no venderá más de los 200 ejemplares de amigos, conocidos y despistados.
Y seguirá siendo, a los ojos de todos, el paciente de la 437-2.
Me ha resultado muy interesante como has cambiado el enfoque, humanizando, al menos para mí, la labor de promoción.
Buen artículo.
¡Saludos!
Gracias XD
Sin saberlo, me acabas de robar un cacho de un texto que estoy preparando para tú-ya-sabes-qué, contubernia mía 😉
Y claro, muy de acuerdo con todo. Es un problema que tantos escritores se crean que haciendo spam en Twitter o Facebook van a vender libros. Ocurre cuando se encuentran con conceptos como el embudo de marketing (que es la base del modelo AIDA), y piensan que eso no es aplicable a ellos, que los libros se venden por arte de magia cuando son buenos (y todo escritor cree que sus libros son buenos).
Con todo, no nos confiemos. En el momento en que metemos la patita en el mundo de la promoción, todos los escritores estamos en riesgo de caer en el otro extremo: en la criatura falsa e hiperinteresada del marketing puro y deshumanizado. Por desgracia, hay gente que triunfa así (y yo lo he visto). Tampoco debemos olvidar nuestra ética de artista. Seamos mediocres, en el sentido aristotélico.
Ay, vaya, vaya, lo siento, son esas cosas que hacemos las contubernias sin darnos cuenta. Perdón, perdón, perdón…
En el sentido aristotélico, estoy dispuestísima a ser mediocre 😀 (Y en el otro también, no creas, que sé todo lo que me queda por aprender, pero… y lo bien que me lo paso aprendiendo, ¿eh?)
Es cierto, el momento en el que un lector (que no es tu madre) compra el libro y hace la primera crítica, ufff, ¡menudo momento! A mí me pasó este año con alguien que no conocía de nada, pero que había empezado hace poco a seguir en las redes y que es muy crítica con sus lecturas. Y sí, el hecho de que sea Cristina y no uno de esos pacientes hace que todo fluya con más cariño, incluso las buenas críticas. Me ha encantado este artículo. Me has puesto un nudo en la garganta y he de decir que, a pesar de que todo lo que leo en este blog es muy bueno, este es el post que más me ha gustado de todos. Biquiños!
Ahora me has puesto tú el nudo en la garganta a mí. Biquiños, guapa 😀
Estoy de acuerdo con el comentario de R. R. Lopez, me ha gustado el enfoque que le has dado a este tema. Lo haces más humano pero también le das hasta más fuerza.
Y es verdad, hay autores que te gustan pero que si algún libro no te gusta o te ha gustado menos, ya te lo piensas más a la hora de comprar y leer otro libro nuevo
Muchas gracias :D. ES que hay veces, cuando oigo a alguien decir que quiere ser escritor, pero que eso del marketing no va con él, me comen los demonios. Pensé que así quedaría claro que sí, que va con todos.
Todo escritor que quiera vender libros fuera de su círculo familiar necesita aprender marketing para escritores. El problema es cuando el escritor es tan zoquete como yo y suda para comprender porque mailchimp me pone las cosas tan difíciles o para acordarme de echar un ojo a google analytics. Por eso aprovecho para recomendar muchísimo (incluso a los torpes como yo) el curso de Ana González Duque de “Marketing online para escritores”. Imprescindible.
Por cierto, desde que mis reseñas llevan su etiqueta de metadescriptores (o como se llamen) salen en la primera página de las búsquedas de google :-)))
P.D.: Escritor, da igual que tengas editorial o no porque las editoriales van a invertir muy poquito en vender tu libro a no ser que seas muy pero que muy mediático y famoso. Necesitas saber de marketing siempre.
Me encantan estos comentarios tan fangirl XD
No, en serio, me alegro de que, a pesar complicarte la existencia, quieras seguir para delante con esto del marketing online.
Ana, conmigo no hacen falta indirectas. El lector -llamémosle Rafa- que soy ya tiene tu bilogía comprada y leída. Jajaja
(Nah, es que soy un egocéntrico y quiero pensar que te acuerdas de mí mientras escribes).
Me duele la boca (o las manos) de decir que un escritor quiere vender sus libros. Al menos uno que pretenda vivir de ello (habrá quien escriba sólo por hobby y no tiene nada de reprochable). Me da mucho coraje cuando hay quien te dice que no, que escribir es un arte y que ninguna “buena” novela está concebida para ser vendida, sino como extravasación del alma del escritor en el papel.
Cuando me dicen algo así, me da la risa.
Cuando es un escritor el que me lo dice, me da pena. Pena porque se autoengaña. Y porque va a vender poco por el orgullo a negarse a aprender algo de marketing.
En fin, que genial post.
Un beso 😉
Mil gracias. Es que eres mi lector ideal ;D
Es que el panorama ya no es el que era, ni de lejos. Todo se ha democratizado (venía ya, desde la imprenta). Ahora bien, estamos los nuevos, los zoquetes, como dice Mónica, que le vemos su sentido a esto desde la cabeza; desde el corazón nos cuesta un poco más (y desde la práctica, ni te cuento). Este artículo me tiende un puente entre ambos músculos, como un hilo secreto que viene a desvelarme que sin ternura no hay juego. ¡Gracias, Ana querida! Delicioso post. Cuánto te estoy debiendo…
Te debo yo a ti muchas sonrisas 😀
Un besote muy gordo.
He aprendido casi tanto leyendo los comentarios como con la lectura del artículo. (Casi). ?. Y de “anonimato” sé un poco. También soy médico, hija y nieta de médicos, y mi padre siempre me decía que no olvidara nunca que detrás de un diagnóstico o de un conjunto de síntomas había algo más que una enfermedad o, incluso, que un enfermo: una persona como yo. Estupendo artículo y estupendo ejemplo, Ana. Un besote.
Mil millones de gracias, Adela.