Mentalidad de escritor

Contar con una mentalidad de escritor firme y potente es un elemento decisivo a la hora de afrontar los retos que te propone la vida en cualquiera de sus facetas. Actuar con serenidad, confianza y con la seguridad de que se camina por la senda correcta aumenta considerablemente la posibilidad de alcanzar esos logros que persigues e incrementa de forma notable tu capacidad de resiliencia para cuando las cosas no vengan bien dadas.

De acuerdo con lo que los expertos afirman, el factor más importante en la carrera hacia el éxito de una persona (ya sea personal o profesional) es la mentalidad con que desafía las exigencias que va a requerir de ti y los obstáculos que va a interponer en tu camino.

Tu pensamiento y esa charla interna con la que te llenas el cerebro son lo que puede impulsarte hacia la consecución de tus sueños o echarlos por la borda para siempre. De ahí que sea tan importante no solo el educar tu mentalidad, sino también poner freno a la cháchara negativa con que tantas veces nos agobia y transformarla en una conversación mucho más positiva aunque siempre, eso sí, realista.

No por repetirte cientos de veces que lo lograrás acabarás consiguiéndolo. Seamos sensatos y dejemos la Ley de la atracción para los soñadores.

Y es que la mentalidad está íntimamente relacionada con nuestro pensamiento y este, a su vez, con las creencias limitantes que nos condicionan y, con ello, restringen nuestras posibilidades, recortándolas y a veces incluso hasta eliminándolas.

Mentalidad de escritor

En mi libro, Mentalidad de escritor, te explico cómo funciona esto, que viene a ser más o menos así:

Palabras → Pensamientos → Creencias → Mentalidad → Acciones → Resultado.

Es decir, las palabras crean los pensamientos, los pensamientos dan lugar a una serie de creencias que configuran nuestra mentalidad, y es esta, la mentalidad, es la que nos impele a tomar una decisión u otra. Dependiendo de la decisión por la que optemos, el resultado final que alcanzaremos será, obviamente, distinto.

De ahí que la mentalidad que desarrollemos tenga tanta influencia en el resultado final que obtengamos: aquello en lo que piensas de forma persistente tiene un impacto directo (y brutal) sobre tu comportamiento, y la forma en que te comportes (en que actúes) te llevará hasta un determinado final u otro.

Ya lo dijo Henry Ford:

«Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón».

Esto, por supuesto, también atañe a la escritura. El deseo de conseguir un objetivo como escritor comienza con la creencia de que, de hecho, puedes lograrlo, dice Rachel Henry, en un artículo del Author Learning Center.

Los escritores llevamos colgados del cuello cientos de etiquetas, la mayor parte de ellas muy negativas: el síndrome del impostor, el «es muy difícil que lo consigas», el «no eres lo suficientemente bueno»…, ¿sigo?

No creo que sea necesario. Seguro que conoces la mayor parte de esas etiquetas a las que yo, en realidad, llamaría lastres.

Comenzar nuestro viaje como escritores sobrecargados con pensamientos de ese tenor viene a ser, más o menos, como intentar avanzar con el freno de mano puesto.

¿Adónde pretendemos llegar en esas condiciones?

De ahí que cultivar una buena mentalidad de escritor debería ser una de nuestras prioridades.

No vamos a obviar la realidad: escribir una buena novela requiere gran esfuerzo y a veces, incluso habiendo dedicado tiempo y un trabajo concienzudo, no nos sale como habríamos deseado.

También es difícil triunfar e incluso, sin llegar a ser un número uno, alcanzar al menos esa meta que tantos deseamos: la de vivir de lo que escribimos. Las cosas son así y lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos y por nuestra carrera de escritor es asumir esos hechos como realidades, pero no como realidades absolutas. Si otros han sido capaces de sobrepasarlas, ¿por qué no podríamos hacerlo también nosotros?

El primer paso para conseguirlo es, como decía en el párrafo anterior, cultivar una mentalidad ganadora, con los pies en la tierra, pero dando a cada etiqueta el valor que realmente tiene y no permitiendo que nos aplaste con su peso. Volviendo al esquema de un poco más arriba:

Palabras → Pensamientos → Creencias → Mentalidad → Acciones → Resultado.

Debemos ser muy cuidadosos con las palabras que nos decimos a nosotros mismos (esa autocharla negativa de la que hablábamos antes). Cuando el discurso que te estás soltando te ataque sin piedad, con toda sus baterías disparando balas autodestructivas, detente un momento y pon orden en la conversación.

¿De verdad son ciertas las cosas que te estás diciendo? Sé honesto. Algunas lo serán (y para ellas tendrás que encontrar una solución), pero otras muchas no serán más que trampas que te tiende tu propia mente, que sabe muy bien que con esas disertaciones va creando un pensamiento.

La razón de que actuemos así no es que seamos masocas. Todo lo contrario. Con esas autocharlas tan pesimistas lo que hace nuestro cerebro es intentar protegernos del fracaso. El discurso que nos hemos soltado da lugar a una serie de pensamientos que son los que dan lugar a nuestras creencias limitantes y estas, a nuestra mentalidad: «Total, si esto es tan difícil, para qué intentarlo» (por ejemplo), y ya está: ya hemos parido una creencia limitante que da lugar a una mentalidad perdedora, porque el fracaso no es una derrota, es una oportunidad de aprendizaje, pero el abandono sí lo es.

Si, por el contrario, le pones freno al discursito de marras y le contestas razonando: «Sí, sé que es difícil, que voy a encontrar decenas de obstáculos, pero los iré salvando, uno cada vez», la autocharla se queda perpleja: «¿Qué me está diciendo esta?» «Te estoy diciendo que dejes de darme la vara, que, quieras o no, lo voy a intentar y que pondré en ello todo mi empeño».

Los pensamientos han cambiado. Puede que sigas creyendo que es muy difícil (e, insisto, lo es), pero ya no lo observas como un imposible.

¿Qué hemos conseguido con ello? Erradicar, o al menos debilitar, la creencia destructiva y, a su vez, le estamos dando una nueva forma a nuestra mentalidad. Hemos pasado de lo inviable a lo difícil, pero posible, y esto tiene un efecto provechosísimo en las acciones que desarrollaremos.

Te aseguro que van a ser muy diferentes a las que pondrías en práctica si comenzaras tu novela con la idea de que va a ser un fiasco total. ¿El resultado? Obviamente, también muy distinto. No se llega al final del camino de igual forma si lo comenzaste calzado con unas buenas botas, bien pertrechado y con ánimo que si lo iniciaste con chanclas, sin una buena provisión de agua y con el convencimiento de que no serías capaz ni siquiera de alcanzar el primer recodo del sendero.

De modo que ponte a hacer los deberes y trabaja por conseguir esa mentalidad de escritor que ha de llevarte a obtener unos éxitos que jamás lograrías si te dejas hundir por la negatividad.

Comienza por cuidar tu aprendizaje. Presta atención a tus habilidades como escritor y estudia constantemente para mejorarlas.

Continúa por dejar de tener miedo al fracaso y al rechazo. Respecto al fracaso, si uno de tus libros no gusta, aprende por qué y evita repetir los mismos errores la próxima vez. Un fracaso solo lo es si se tira la toalla, pero nunca si se aprende de él.

Y en cuanto al rechazo, no serás el primero ni el último. La primera novela de Stephen King fue rechazada treinta veces antes de que un editor decidiera darle una oportunidad. La persistencia y la fe en uno mismo marca aquí la diferencia.

Cultiva una mentalidad profesional. Incluso aunque estés lejos de vivir de la escritura y tengas un trabajo nutricional que se lleve gran parte del tiempo y energía diarios de los que dispones. Piensa y obsérvate a ti mismo como un escritor profesional. Estudia tu horario, encuentra huecos de tiempo que dedicar a la escritura y defiéndelos con uñas y dientes. No permitas que nadie (ni siquiera tú mismo, tu cansancio o tu desánimo) les robe ni un segundo. ¿O acaso te lo permites con tu trabajo nutricional? Si quieres convertirte en escritor profesional, empieza a pensar (y a actuar) como si ya lo fueras.

Una mentalidad firme también te ayuda a ser más creativo, porque se abre a la exploración y al descubrimiento de nuevos caminos. La confianza en uno mismo desempeña aquí un papel determinante. Pero para ello ya sabes el camino que debes recorrer y con el que vamos a terminar este artículo a modo de resumen o conclusión.

Si aspiras a convertirte en escritor y vivir de lo que escribes, son muchos los elementos a los que debes prestar atención y mimo, pero sin duda uno de ellos, quizá de los más importantes, es el de tener la convicción de que puedes conseguirlo y, para ello, debes esmerarte en adiestrar la mentalidad que necesitas.

Ya sabes cómo: crea un discurso apropiado en tu cerebro que dé pie a los pensamientos adecuados, de manera que las creencias limitantes se aparten de ti como si fueran vampiros a los que está a punto de sorprender la salida del sol.

Tu mentalidad, así, crecerá en el sentido que deseas, te llevará a realizar las acciones oportunas y, por ende, a conseguir los resultados que persigues.

No es fácil, pero ya tienes la fórmula. Ahora, ponla en práctica.