La Liga de la Injusticia: Nunca seré lo bastante buen escritor

El escritor se enfrenta casi cada día con un grupo de villanos bastante jodido. Yo los llamo La Liga de la Injusticia. Estos tipos tienen nombres súperchulos como «Síndrome del Impostor», procrastinación, «Síndrome del objeto brillante», envidia, perfeccionismo, miedo a no ser suficiente y editoriales (sonido de trueno). Es broma, editoriales, os queremos.

El gran problema a la hora de enfrentarnos a esta Liga de la Injusticia es que sus miembros no son visibles. Están dentro de tu cabeza y, casi siempre, debajo de la máscara te acabas encontrando a ti mismo. Escribir es un trabajo solitario y, por lo general, bastante ingrato. A falta de mejores referencias, nos fijamos en lo que hacen los demás, nos comparamos y el resultado, rara vez es satisfactorio.

En mi caso, yo soy mi peor enemigo. Todo mi trabajo me resulta simplón, aburrido, incompleto… Para mí, nada de lo que escribo es lo suficientemente bueno. Y no lo es bajo ninguna circunstancia, ni siquiera cuando ha pasado el filtro de mis lectores cero o cuando lo han publicado editoriales. Ni siquiera cuando lo han leído y disfrutado mis lectores. En cierto modo, es normal. Lo que no significa que sea bueno.

Tanto si eres nuevo en esto de la escritura, como si ya llevas un tiempo por aquí, sabrás que la frustración suele acompañar al proceso. Os he dicho antes que escribir es un trabajo solitario, pues os he mentido un poco, tendrás unas compañeras que nunca te abandonarán: las dudas.

Dudas e inseguridad. Tengo miedo a no ser suficiente

Las dudas y la inseguridad no son malas per se. Hasta cierto punto, tener dudas es bueno; impide que te confíes, te mantiene centrado y luchando para mejorar. Sin embargo, también debes ser consciente de que, en la mayoría de los casos, esas voces de tu cabeza, que te dicen que lo haces mal, se equivocan.

Las dudas y la inseguridad suelen surgir del perfeccionismo. En tu cabeza, eso que los griegos clásicos llamaban «las esencias«, te muestran una novela terminada, una escena perfecta. El problema es que, en «el mundo de las cosas» lo perfecto no existe. Por lo que la imagen mental que tenías de tu novela nunca coincidirá con la realidad.

Pero no significa que esté mal escrita o que sea mala. Simplemente, no existe una novela perfecta. Lo más parecido a eso es El Resplandor y hay personas a las que no les gusta (perdónales, señor, porque no saben lo que leen).

Si quieres sobreponerte a tu inseguridad (fíjate que no te digo «superar tu inseguridad», porque eso es imposible), debes entender que el arte nunca está terminado. Yo puedo revisar 100 veces un manuscrito y, cada vez que lo hago, cambio algo; una escena, un diálogo, un personaje… Si siguiera revisando y revisando, jamás terminaría de escribir nada.

Entonces, ¿cuándo sé que he terminado? Cuando hayas llegado al final, cuando el resultado sea el mejor posible. No busques la perfección, «terminado es mejor que perfecto».

¿Por qué sentimos que nuestro arte es imperfecto?

¿Por qué sentimos que nuestras creaciones nunca son tan buenas? Porque nunca lo son. Nunca serán tan buenas como esperabas y no pasa nada. El problema viene cuando te empeñas en que lo sean, porque entonces te desesperas.

La desesperación, la frustración que te produce sentir que tu trabajo nunca es tan bueno, te puede llevar a dejarlo. Y ahí es donde reside el verdadero problema. Puedes ser mejor o peor escribiendo, pero siempre que sigas haciéndolo estarás mejorando. En cambio, cuando te detienes dejarás de hacerlo, te estancarás y perderás parte de tu esencia.

No existen fórmulas mágicas para perder el miedo. Yo escribí en mi blog hace mucho tiempo un alegato para convivir con él, pero no sé de ninguna persona que lo haya superado. Es como fumar, hace casi diez años que lo dejé y, de vez en cuando, sigo pensando en fumar. Más que luchar, debes comprenderlo y aceptarlo. Si a tus ojos, tu trabajo no es lo bastante bueno, está bien. Deberías celebrar que eres capaz de ver los errores y, por tanto, podrás trabajar en ellos.

No seas tan duro

Samuel Beckett, uno de mis autores favoritos, tiene una frase que seguro que habrás visto repetida un millón de veces en Twitter: «No importa nada, hazlo. Fracasa. Inténtalo de nuevo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor».

El fracaso es un don. Fallar, sobre todo al inicio de tu carrera como escritor, es normal. Y deberías hacerlo, no una, sino muchas veces. Y no debes tener miedo al fracaso, ni a las malas críticas, porque cada una de ellas te enseñará algo y, lo más importante, te permitirá seguir mejorando.

Por ejemplo, mi primera novela recibió muchas críticas por los personajes y por el estilo, que era algo descuidado y naive. Por supuesto, la primera vez que leí esos comentarios me enfadé como una mona… pero después del enfado, me senté y analicé lo que me decían. Vi que tenía carencias y traté de solucionarlas.

A pesar de lo que pueda parecer, una primera novela no es nada del otro mundo. Lo que importa es la siguiente, y la siguiente y la que la seguirá. No seas tan duro, ni contigo ni con tus lectores. No te tomes tan en serio a ti mismo. Permítete crear algo terrible, escucha las críticas y ríete un poco de tus cagadas.

Luego, toma todo eso que te han dicho y úsalo para escribir una segunda novela que sea mejor que la primera.

No le pongas las cosas fáciles a la Liga de la Injusticia

No se es creativo por el dinero que se gana con esto. Se es creativo porque se ama el proceso. Si de verdad te gusta escribir, hazlo. Si estás en esto para forrarte, olvídate, dedícate a la especulación o al narcotráfico.

Aprende a convivir con el miedo, trabaja en mejorar tu tolerancia a la frustración, disfruta de lo que escribes y compártelo con el mundo. Si trabajas, si escribes y compartes tu escritura, mejorarás y, cada vez, tus textos se parecerán más a los de tu imaginación.

No le pongas las cosas fáciles a la Liga de la Injusticia, no te fustigues, no pidas perdón a tus lectores por haber publicado algo —ni siquiera por haber publicado algo malo—. A nadie le gustan los lloricas y, afortunadamente, la autocompasión pasó de moda junto a los Emo, deja que el tiempo los olvide para siempre.

Fustigarse públicamente no es sexy, no es humildad, es autocompasión. Dudar y tener miedo está bien y es normal, pero también tienes que ser consciente y superarlo o, por lo menos, aprender a convivir con ello. Como dicen por ahí: «Hazlo con miedo». Pero hazlo, porque todo el mundo se siente como tú. Todos tenemos miedo a no ser lo suficientemente buenos y rara vez dejaremos de sentirlo.