Cómo escribir una novela y atreverte a publicarla

Hoy vamos a hablar sobre cómo escribir una novela y atreverse a publicarla sin que el perfeccionismo, ese exterminador de proyectos, acabe no sólo con él sino también con nuestros sueños.

Yo vengo de una familia de perfectos (y no hablo aquí de los cátaros, que ese es tema para otro día si Ana no me amordaza antes). De hecho, tengo una hermana a la que llamamos Pluscuamperfecta y un hermano al que, aunque no le hayamos puesto sobrenombre, es el Ultrapluscuamperfecto, así que sé de lo que hablo.

Como, además, me dedico a esto de la escritura, sé que lo de unir cómo escribir una novela, atreverte a publicarla y, mientras tanto, lidiar con el perfeccionismo es una fuente de estrés y frustración que mejor empezar a superar desde ya mismo si no queremos tener que sacarnos un bono anual en la consulta del psicólogo.

Así que vamos a ello.

¿De verdad estás bloqueado?

Según Ana González Duque (se lo he oído decir más de una vez), el bloqueo del escritor no existe y estoy bastante de acuerdo con ella. Eso de quedarse frente a una pantalla en blanco, preguntándose cómo escribir una novela, sin encontrar respuesta, y achacarlo entonces a que tu creatividad se ha evaporado como si la hubieras puesto a hervir en una cazuela es más un autoengaño que otra cosa.

Y es precisamente en esa otra cosa donde se oculta la razón que motiva nuestro aparente bloqueo. De modo que lo que debemos hacer es encontrarla porque una vez que diagnosticas el problema, sólo hay que buscar el remedio que lo solucione.

En el artículo de hoy, la causa de nuestro bloqueo no es que no sepamos cómo escribir una novela, sino que se llama perfeccionismo; y el alimento que la nutre, miedo.

En cierto modo, es comprensible. Vivimos en un mundo muy competitivo en el que tienes que ser el mejor en todo: el más guapo, el más listo, el que tiene el coche más guay y el que más liga. El problema es que eso es imposible. No podemos ser los número uno en todas las facetas de nuestra vida. Incluida la literaria.

Así que apúntatelo: muchas veces es el perfeccionismo, y no eso que llamamos bloqueo del escritor, lo que nos paraliza. O, dicho de otro modo, es el miedo a no ser perfectos lo que nos lleva a no escribir.

Pero decíamos que, en cierto modo, es comprensible… Veamos por qué.

La novela perfecta

Todos queremos escribirla ¿y qué podríamos argüir en contra? Nada. Es un sentimiento más que humano. El problema comienza cuando transformamos esa perfección a la que aspiramos en una obsesión, porque puede llegar a conducirnos a un camino sin salida y afectarnos, como decíamos un poco más arriba, de modos muy variados.

Y es que en realidad el perfeccionismo en sí no es un problema. ¿Quién no desea realizar una tarea, sea cual sea, de la mejor forma posible? La perfección no es algo intrínsecamente malo. La buscamos porque deseamos ofrecer el mejor producto que seamos capaces de producir: la mejor escena, el mejor capítulo, el personaje más atractivo e interesante… Queremos aprender cómo escribir una novela de la mejor forma posible. Anhelamos una prosa bella y fluida, despertar las emociones del lector y seducirlo con nuestra historia.

¿Qué hay de malo en ello?

Nada.

Queremos hacer un trabajo y queremos hacerlo bien.

Hasta ahí todo correcto. El problema, decía, surge cuando, al adentrarnos en el proceloso mar sobre cómo escribir una novela, lo hacemos lastrando nuestra bodega con una carga indeseable y que se resume en una frase drástica: ¡La perfección absoluta o nada!

Dilo en voz alta que quiero que te quede clara. Venga, dilo:

La-per-fec-ción-ab-so-lu-ta-o-nada.

That’s the question, como diría nuestro amigo William, a quien ya sabéis que me gusta parafrasear.

Te he pedido que repitas la frase en voz alta porque el dramatismo que encierra no alude a la perfección, sino a la perdición. (¡Oye, qué bonito me ha quedado! Esto pasará al listado de mis citas cuando me convierta en autora hiperfamosa).

Pero sigamos: la perfección, decíamos, conduce a la perdición. Y eso por varias causas que vamos a analizar ahora mismo.

Problemas que acarrea el perfeccionismo

Partamos de una idea clave: la perfección no existe. Es imposible. Fin de la idea.

Te dejo tiempo para asimilarla:

¿Ya? Vale, pues entonces hazte a la idea de que adoptarla como compañera de viaje trae más de un disgusto… y de dos, además de problemas con los que no tendríamos por qué lidiar si nuestro objetivo se reduce a cómo escribir una novela.

Veamos algunos:

La cuestión emocional

Dime si, al perseguir la excelencia absoluta y definitiva, sin parangón alguno en ninguno de los multiuniversos habidos y por haber, no te has sentido alguna vez:

  • Insatisfecho.
  • Incapaz.
  • Fracasado.
  • Estresado.
  • Intimidado.
  • Desalentado.
  • Mosqueado / cabreado.
  • Y, en ocasiones extremas, has llegado incluso a perder el gusto por la escritura.

No es que estés atravesando (si tal cosa fuera posible) un agujero negro que se come a los escritores y que, para más inri, parece específicamente creado para  ti.

¡Qué va! Todas esas emociones (y un buen montón más que podríamos añadir) se deben al perfeccionismo que ansías conseguir cuando te planteas cómo escribir una novela.

La carga emocional, como ves, es mayúscula y, si estás hundido en ella, mi consejo de hoy es que apartes la escritura durante un instante y te dediques a sacudírtela de encima, porque ¿cómo se puede escribir en esas condiciones?

Sí, bueno, es posible. Ya hablamos de ello en Escribir con depresión o ansiedad es una gaita, pero se puede lograr, sin embargo, resulta mucho más divertido hacerlo sin tener que llevar a cuestas ese fardo inútil.

Claro que si sólo fuera esto, igual podríamos asumirlo y sufrirlo en silencio (como ya sabes qué).

¡Pero es que hay más!

La cuestión tiempo

Ya hemos hablado de que, a veces, lo que diagnosticamos para nuestro coleto como un bloqueo de escritor es, en realidad, puro y duro perfeccionismo, pero las consecuencias vienen a ser similares:

  • ¿Qué pasa cuando estás bloqueado? Que te quedas atontado frente a la pantalla del ordenador sin pulsar una tecla. ¿Consecuencia? Desperdicias tiempo.
  • ¿Qué ocurre cuando te tiras en el sofá porque te sientes incapaz de abrir el ordenador (porque, total, lo que vas a escribir no es perfecto)? Que pierdes tiempo.
  • ¿Qué sucede cuando la ansiedad por no saber cómo escribir una novela excelsa te impide avanzar una sola escena? Que desaprovechas…, sí, el tiempo.

O sea, procrastinas. ¿A que te suena?

En efecto, la procrastinación tiene su origen, muchas veces, en el deseo de lograr una perfección que nunca llegamos a alcanzar.

Eso nos lleva de vuelta al apartado anterior y a sufrir todos esos padecimientos emocionales que hemos listado. ¡Qué ganas de sufrir, de verdad! Que esto no es un valle de lágrimas, caray.

Pero es que aún hay más…

La cuestión secuestro

Buscar la perfección es como andar tras el Arca de la Alianza. Si no eres Indiana Jones, no la vas a encontrar. Que no, de verdad, no vas a dar con ella. Asúmelo.

Si no lo haces, tus novelas acabarán por convertirse en tu Elisabeth Fritzl particular, esos hijos que los dementes encierran en el sótano para siempre jamás, forever and ever (creo que esto también lo dijo Shakespeare, ¿o fue Julieta cuando declaró a Romeo desde el balcón su everlasting love?).

*Edito: En su repaso del post, Ana me chiva que no era Julieta sino Gloria Estefan. (Igual me vendría bien abandonar la época Isabelina y darme un garbeo de vez en cuando por el siglo XXI).

Pero sigamos con lo nuestro: hablábamos de esos hijos encerrados en el sótano. ¡Qué tétrico! Menos mal que en esto de cómo escribir una novela la cosa no se vuelve tan siniestra. No obstante, si aún albergas dudas acerca de esos vástagos secuestrados y te crees un buen padre, abre el cajón de tu escritorio o la carpeta del ordenador donde guardas tus escritos y haz inventario:

¿Cuántas historias no has acabado?

¿Cuántas has terminado, pero no estás dispuesto a publicar?

Apuesto a que, a cuenta del perfeccionismo, has reunido un buen montón de Elisabeths Fritzl. Y, créeme, si las dejas ahí el tiempo suficiente, algo olerá a podrido, y no será sólo en Dinamarca.

Así que ha llegado el momento ventilar y ponerle solución al asunto. Sigue leyendo que no te espero.

Cómo escribir una novela sin que el perfeccionismo arruine nuestro sueño

El primer paso es vencer el miedo. ¿Fácil? No. ¿Imposible? Tampoco.

Algo que no deberías olvidar nunca es que todos (o casi todos) los que nos dedicamos a esto hemos pasado (y seguiremos haciéndolo) por ello. Sin embargo, todos los días se publican novelas. ¿Por qué? Porque hay quien consigue vencer sus miedos. Ahora pregúntate: ¿por qué no puedo yo ser uno de ellos? ¡Pues claro que puedes! Hazlo pasito a paso o de sopetón, pero hazlo. No permitas que el temor te paralice.

Obligarse a publicar, aunque en nuestro fuero interno estemos convencidos de que la novela no es perfecta, es la única forma de superar esos miedos (o, si no de derrotarlos por completo, al menos sí de dominarlos).

Puedes apuntarte a todos los talleres de escritura que encuentres, devorar cada libro sobre el tema que se publique y prepararte eternamente para ser escritor. Si no das el paso de la publicación, tus creaciones tendrán todas el mismo título: Elisabeth Fritzl.

¿Pero cómo supero el miedo?

Una buena forma de conseguirlo reside en no buscar la aprobación de nadie y otra en comprender que no vas a gustarle a todo el mundo. Es imposible que así sea. Aprender a lidiar con las críticas (que llegarán, tenlo por seguro) también es importante. Dales el valor justo que merecen. No te digo que las ignores porque algunas te ayudarán a mejorar, pero tampoco las magnifiques. La mayoría son simples opiniones y una opinión no es sino eso: una opinión, no un estudio de tu novela realizado por un catedrático de literatura comparada.

No permitas que el miedo te eche de la carretera, no le dejes que destruya tu sueño. Sigue en la brecha y lucha por convertirte en aquello que deseas ser: un escritor.

Te regalo una cita:

En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser

No, no la he concebido yo (recuerda que todavía no soy hiperfamosa). Es del amigo Willy y casi tan buena como la mía. 😉

En fin…, llegamos al fin el post, pero no voy a ponerle el The End (esta era de la Metro Goldwyn Mayer) todavía. No sin llevar a cabo mi pequeña vendetta: como Ana me manda muchos deberes en su Programa del escritor profesional, voy a tomarme la revancha en su propio blog, para que se entere de con quién se las gasta, y no os voy a dejar marchar así como así. ¿Qué os habías creído, majos? Hoy toca tarea y de las duras.

Instrucciones: ponte la canción de la Estefan y reflexiona sobre ella.

Sobre la frase del excelso (que no perfecto) dramaturgo, no sobre Gloria, ¡hombre!, que hay que aclararlo todo.

Hala, a ponerle música, ritmo y transformarla en tu everlasting song.