Nadie nace con una flor en el culo. Tras esta afirmación tan a lo Jaume Vicent, me explico. Nadie nace teniendo éxito, pero tampoco sucede por casualidad o por suerte como parece que todo el mundo cree. Y es algo de lo que te das cuenta cuando estudias las trayectorias profesionales de muchos escritores de éxito.
Cuando entrevisto a escritores emprendedores en el podcast, me asombra su capacidad para crecer y conectar de tantas formas distintas. Con los años, he ido aprendiendo que existe una base común a todos ellos, eso que se llama mentalidad de éxito sin la cual no se consigue nada.
Nuestro cerebro está programado para ver cosas en blanco y negro. Es bueno o malo, está bien o mal escrito, tiene éxito o no lo tiene… somos de lo más tajante. Sin embargo, el mundo es un compendio de matices de gris y las mayores ventajas para crecer suelen residir en las zonas grises. Investiguemos un poco acerca de esas zonas grises de la mentalidad de un escritor.
Pensamiento lateral
El pensamiento lateral es una forma de abordar los problemas que renuncia al enfoque obvio en favor de un punto de vista indirecto o inesperado. O para decirlo en palabras más concretas, es la capacidad de obtener soluciones originales a problemas difíciles.
El pensamiento tradicional es vertical: avanza paso a paso hacia una conclusión lógica basada en los datos que tienes disponibles. «No se puede vivir de escribir». «Si no publicas con editorial, no puedes tener éxito».
A pesar de que ambos tipos de pensamiento se complementan, la sociedad y el mundo editorial suele valorar más el pensamiento vertical tradicional. Que le saquen de la zona de confort pone a nuestro cerebro muy nervioso. Pero cuando se trata de una profesión, como la de escritor, que se basa en habilidades laterales, creativas y en un mundo que cambia constantemente, debemos ser capaces de adaptarnos y mirar más allá de lo que siempre se ha hecho.
Innovar, buscar formas distintas de contar lo que ya se ha contado mil veces. Ser original.
Pensamiento sistémico
A nuestro cerebro —no lo olvidemos, yonki de la comodidad— le encanta simplificar las cosas. Y tiende a descartar matices que complican los procesos. El pensamiento sistémico es el pensamiento típico de la Ciencia: todo forma parte de un sistema. Comprendiendo el sistema puedes llegar a identificar patrones y prevenir situaciones futuras.
Cuando tienes un negocio unipersonal, que es lo que tienes si eres escritor emprendedor, es útil tener pensamiento sistémico para trabajar. Al sistematizar todos los procesos te obligas a reconocer patrones y eso proporciona métodos y estrategias de mayor eficacia para enfrentar las dificultades y entender el entorno que nos rodea y, por supuesto, por qué fallan las cosas.
Un sistema es una colección de partes interrelacionadas que forman un todo unificado. Estas partes que interactúan tienen que interactuar, o no serían parte de ese sistema. Te pongo un ejemplo muy claro: tu embudo de ventas es un sistema.
Si solo miras las partes de tu embudo de ventas (redes, blog, email marketing…) como elementos aislados y haces acciones sin sistematizar, no obtienes resultados. En cambio, integrar todas las acciones en un sistema con un objetivo concreto, ayuda a evitar la pérdida de tiempo, dinero y otros recursos. Y a conseguir resultados.
Sí, tengo sistemas para todo: para trabajar, para gestionar el mail, para organizar mi casa… La productividad se fundamenta en sistemas. Si tienes tus metas claras y evalúas constantemente tu progreso (comparándote contigo mismo y no con otros), podrás ver qué falla del sistema y corregirlo.
Si piensas que tener éxito es cuestión de suerte, tu pensamiento te impide ser el dueño de tu futuro. Tienes un nulo control de tu vida.
Imagina dos escritores con trabajo nutricional. Los dos tienen hijos pequeños. Uno de ellos, se levanta un poco antes de sus hijos todos los días para escribir y luego, mientras los lleva al colegio, aprovecha el trayecto en coche para irse formando con podcasts. El domingo por la noche dedica dos horas (cuando los niños ya están dormidos) al marketing (blog y programar redes).
El otro, cuando llega a casa del trabajo, se tiende en el sofá y enciende Netflix porque está agotado. Escribe cuando puede los fines de semana, pero la novela no progresa porque hay muchos parones en medio. No tiene blog ni nada que se le parezca porque «no le da la vida». Y se queja amargamente de lo que se publica, porque tiene menos calidad que lo que él escribe.
¿A cuál crees de los dos que le favorecerá la suerte?
La persona con una mentalidad perdedora se centra en los sucesos. Los de mentalidad de éxito en el sistema, en el trabajo de hormiguita. Todo lo que haces enfocado a tus objetivos, va trazando un camino invisible de enriquecimiento personal que termina cristalizando en eventos positivos: una publicación, una propuesta editorial, más lectores…
Autoconciencia
Una de las cosas que caracteriza a los escritores con mentalidad de éxito es que se conocen muy bien a sí mismos. Tanto sus fortalezas como sus debilidades.
Nuestro grado de autoconciencia determina cómo respondemos ante las cosas. Para simplificar el tema, diré que todo se reduce a cómo pensamos que resultará la cosa. Si creemos que hay pocas posibilidades de que consigamos nuestros objetivos, tendemos a poner poco esfuerzo en ellos. Es más, cuanto más lento sea el proceso menos esfuerzos iremos haciendo.
En resumen, cuando nos enfrentamos a un objetivo que requiere mucho trabajo consistente y enfocado, la gran mayoría de nosostros no nos molestamos en trabajar a menos que tengamos muy claro que vamos a conseguirlo.
Nuestro nivel de autoconciencia mete baza aquí: si somos conscientes de nosotros mismos y creemos que hay pocas posibilidades de éxito, nos apresuramos a atribuir ese éxito a nuestros esfuerzos. En cambio, cuando somos conscientes de nosotros mismos y creemos que las posibilidades de éxito son escasas, tendemos a culpar a otros de nuestro fracaso.
Por supuesto que a veces hay factores externos que pueden hacerte fracasar —que se lo digan a los que han cerrado negocios con la pandemia— pero el resultado final generalmente está más influenciado por nuestro papel que por esos factores externos.
El ser conscientes de qué factores nuestros han influido en ese resultado te puede llevar a tener más autocontrol, a pensar en soluciones y a una mejor toma de decisiones en general.
Cuando el síndrome del impostor se cuela en tu mente, todas las demás ideas se unen a la fiesta. «No me lee nadie. Nadie compra mis libros. Eso es porque a nadie le gustan. No son buenos. Soy un fracaso como escritor. Mi escritura apesta…» ¿Te suena? Sabes que estás siendo irracional, en el fondo.
Pero el problema es que los pensamientos negativos son fáciles de creer. Si crees que eres un escritor mediocre y nunca mejorarás, no pondrás herramientas para mejorar. Y serás —efectivamente— un escritor mediocre. La autoconciencia, conocerte y saber en qué debes mejorar, es clave para progresar.
Inconsciencia
¿Cómo que inconsciencia? Te lo pongo con un ejemplo claro: nunca es el mejor momento para ser madre. Y muchas veces no lo hubiéramos planeado de la misma manera si hubiéramos sido conscientes de lo que significaba, pero fuimos maravillosamente inconscientes y ahora no lo cambiarías por nada del mundo.
Con tu carrera como escritor pasa lo mismo. Puedes hacer todos los cursos de escritura y de marketing del mundo, que como no empieces a publicar y a recibir críticas, no va a pasar.
El camino para ser escritor profesional está lleno de escollos, de tropezones y de obstáculos, pero para conseguir tus objetivos debes evitar la mentalidad perfeccionista: ese qué-van-a-decir-por-favor. Sí, informarte de los riesgos e intentar presentar las cosas lo mejor posible, pero ponerse plazos para dejar de corregir y dar un paso más. Hecho es mejor que perfecto (aunque te mortifiquen luego tus primeros libros).
Hábitos
La consistencia es tu base. La rutina te ayuda a sobrellevar los días complicados y eso solo se consigue con hábitos. Suena muy aburrido, pero es que la vida del escritor profesional no es divertida.
Incluso el ocio debe ser un hábito integrado en tu agenda. Necesitas momentos de desconexión total: deporte, familia, amigos, leer…