¡Nunca lo conseguiré! ¿Te suena? ¿Lo has dicho u oído decir alguna vez? Son sólo tres palabras, una frase sencilla y, sin embargo, tan destructiva como un tsunami. Una minioración que responde al ofuscamiento que provocan las muchas de las creencias limitantes del escritor. Hoy toca hablar de ellas.

Creencias limitantes del escritor

Creencias limitantes

Primero vamos a definirlas.

Aunque no lo creas, la realidad que vives no es la que crees que es y no es porque estés en Matrix. Tampoco la que vivo yo es la auténtica. Sólo hay una realidad, para ti y para mí, pero nosotros la percibimos como distinta sencillamente porque la cribamos a través de nuestra subjetividad (tú la tuya y yo la mía). Quédate con esta idea porque al final del artículo comprenderás lo importante que es.

Una creencia, pues, es ese colador a través del cual filtramos la realidad, deformándola y percibiéndola de una forma que no tiene por qué responder al auténtico estado de las cosas.

A veces las creencias pueden ser positivas (¡genial!); otras, neutras; y otras, desgraciadamente, negativas. Y aquí es donde empiezan los problemas. Aunque influyen en todas las facetas de nuestra vida, hoy nos vamos a centrar en cómo esas creencias limitantes nos afectan como escritores.

Mentalidad

Todo parte de nuestra mentalidad, que no es sino el conjunto de creencias, reglas y asunciones que rigen nuestra vida y dirigen tanto nuestro comportamiento como las emociones que sentimos. O sea, nos gobiernan de arriba abajo.

En los escritores, la mentalidad realiza en muchas ocasiones un trabajo devastador. ¿Cuántas veces no ha pasado por nuestra cabeza la creencia de que jamás seremos capaces de escribir una buena novela porque eso sólo lo hace la gente que nace con talento? Esta idea responde a una mentalidad estática, que ya tiene las cosas claras y que, por ende, te las pone a ti muy difíciles.

Frente a ella, la mentalidad flexible es aquella capaz de mudar, acomodarse a las circunstancias y, sobre todo, cuenta con la habilidad de aprender y crecer. Para este tipo de mentalidad, los obstáculos no son más que eso, dificultades a las que se les puede encontrar solución; y el talento, algo que se puede adquirir con estudio, práctica y tesón.

Las creencias que nos limitan proceden de esa mentalidad estática que se expresa siempre en términos tales como: no sé, no puedo, no soy capaz… Veamos algunas de las que afectan al escritor.

5 creencias limitantes que incapacitan al escritor

Su número es incontable y, si intentara hacer aquí un listado con todas ellas, Ana tendría que reservarme una docena de artículos para mí sola en las próximas semanas, así que vamos a desmenuzar las creencias limitantes más habituales y que más profunda huella dejan en nuestra carrera como escritores.

1. Escribir una novela es una tarea dificilísima

No es fácil, desde luego, pero tampoco imposible. Si partimos de la idea de que nos vamos a enfrentar a un trabajo engorroso que va a exigir de nosotros mucho esfuerzo, tiempo y dedicación, nuestra línea de salida será más propicia que si partimos con la idea enquistada de que la tarea es imposible.

Si pensar en escribir noventa mil palabras te paraliza, no lo hagas. Piensa en que hay que escribir diez mil y, además, de esas diez mil hoy sólo vas a escribir mil. Cuando alcances la decena de millar, te fijas la siguiente.

Este tipo de estrategias funcionan porque engañan a la mente. La sitúan frente a objetivos asumibles que contrarrestan esa cháchara negativa con la que nos acosan una mentalidad negativa.

Pero es que, además, el hecho de ir consiguiendo esas pequeñas victorias, de mil en mil, de diez mil en diez mil, nos proporcionan un extra de motivación que ayudará bastante a sofocar los estragos con que las creencias limitantes de los escritores echan por tierra su carrera incluso antes de empezarla.

2. Mi libro tiene que ser perfecto

Del perfeccionismo ya hemos hablado en MOLPE, y en aquel artículo llegamos a la conclusión de que es una quimera: la perfección no existe, de modo que obsesionarse con alcanzarla lo único que hace es conducirnos a la parálisis.

Cuando nos presionamos con el objetivo de alcanzar un resultado perfecto, lo único que hacemos es no hacer nada. Mucha obsesión, mucho quiero que mi novela sea impecable y el resultado final es que no hay novela porque no la escribimos.

El trabajo a realizar aquí con tu mentalidad es convencerse de que se puede lograr un buen resultado, incluso un gran resultado sin necesidad de que nuestra novela sea digna del Premio Nobel.

3. Mis ideas no son originales

Esta es otra de las creencias limitantes del escritor más comunes. Pensamos que ninguna de nuestras ideas es realmente original, que ya está todo dicho y que poco podemos aportar. En  cierto modo es así. Hay tanta literatura detrás de nosotros que probablemente cualquier historia está ya contada, pero no de la misma manera, con los mismos personajes, de igual calidad…

Cualquiera de nosotros es un individuo con su propio cerebro, sus propias experiencias, gustos, manías… No hay nadie igual, exactamente igual, a nosotros en el mundo, así que es relativamente sencillo contribuir con ese elemento personal y propio de uno mismo que nadie antes, en todos esos siglos de literatura que nos preceden, ha aportado.

Cuando este tipo de creencia te ataque, apela a tu individualidad, a tu unicidad. Créetelo: no hay nadie más como tú en el mundo.

4. No tengo tiempo. Escribiré cuando…

¿Te jubiles? Venga, anda, céntrate. Está muy bien que un jubilado se lance a escribir una novela si le apetece, como si le da por la jardinería o los bolos montañeses, pero, si tienes treinta años, ¿por qué aguardar treinta y siete más (y espera que no sigan subiendo la edad de jubilación) para ponerte a ello?

Esta es una de las excusas que tus creencias limitantes de escritor utilizan para hacerte caer en su tela de araña, pero es una milonga como otra cualquiera. Si buscas tiempo, lo encontrarás (incluso yo te enseño cómo sacarle jugo en este curso de la plataforma). Es posible que no todo el que te gustaría, pero sí suficiente como para, poco a poco, ir añadiendo millares de palabras semana a semana.

Dentro de este apartado pueden incluirse también excusas del tipo: ordenar la mesa del despacho, diseñar una hoja Excel para los personajes y una de Word para la escaleta, esperar a que no haya nadie en casa para ponerse a escribir, poner la lavadora y recoger la cocina antes de abrir el ordenador (yo he desarrollado unos bíceps a lo Conan de tanto sacarle brillo a los baldosines. Es una de mis excusas favoritas). ¡Pamplinas! Son simples trampas que te tiende tu mente con el fin de posponer el momento de ponerse a escribir. La procrastinación es amiga íntima de las creencias limitantes y les hace el trabajo gratis.

5. El (dichoso) síndrome del impostor

Te sientes un fraude. El síndrome del impostor entre los escritores es tan común que casi podríamos decir que se trata de la más habitual de sus creencias limitantes (aunque la del no tengo tiempo la sigue de cerca).

Todos los escritores están llenos de inseguridades, incluso los grandes, los que triunfan. Asume esto: es una sensación que nunca te va a abandonar, ni siquiera si algún día alcanzas la cúspide. Está ahí y siempre estará, de modo que hay que aprender a bregar con ella. Y el primer paso es tomarla como lo que es: otra trampa de nuestra mente. No eres un fraude. Es otra de las creencias limitantes del escritor. Acéptala como tal y ponte a trabajar.

¿Y ya está?

No. Podríamos seguir aumentando el listado indefinidamente y Ana tendría que reservarme el blog para mí sola durante un par de años:

  • No puedo escribir si el ambiente en el que lo hago no es el adecuado.
  • No tengo capacidad para adquirir los conocimientos necesarios.
  • No sé escribir si no estoy inspirado.
  • Jamás escribiré tan bien como… (pon aquí el nombre que desees).
  • Se me dan fatal los diálogos. Nunca seré capaz de componer uno verosímil.
  • Y sigue…

Yo lo dejo aquí antes de que Ana me dé una patada en el trasero, pero lo importante de todas ellas es que, si te paras un momento a pensarlas, verás que no son sino simples excusas con las que nuestra mentalidad nos pone la zancadilla. El escritor es un tarro que rebosa de creencias limitantes y tiene que aprender a superarlas.

Un consejo final para vencer las creencias limitantes de escritor

Si las creencias limitantes las genera tu propio cerebro, la mejor herramienta para vencerlas radica también, paradójicamente, en la propia mente.

Comprende cómo funciona el mecanismo (lo explicábamos al principio) y utilízalo para desactivarlo: la realidad no es como tú la ves, sino como tu mente te la hace ver a través del tamiz de tus creencias, unas creencias que no tienen por qué ser la verdad. Por mucho que tu cerebro te grite que tus limitaciones son reales, lo cierto es que puede estar mintiéndote con todo descaro y, de hecho, es lo que suele hacer.

A la mente le da miedo enfrentarse a la novedad y prefiere quedarse a gustito en un lugar confortable que ya conoce. Para que no te muevas de ahí, utilizará todas las añagazas que tu propia (¡tu propia!) creatividad genere para ella (que manda narices, vamos, hacerte la cama a ti mismo).

En lugar de enfrentarte a ella y entablar una batalla, ignórala. Ahora que ya sabes que es un simple engaño, no te dejes enredar por sus ardides. No defiendas su postura, sino la tuya, que es la de convertirte en escritor.

En vez de hacerle coro gritando junto a ella: «¡Es verdad, no puedo, no puedoooo!», ponte unos tapones metafóricos en los oídos, abre el ordenador y comienza a escribir.

Y si quieres que te ayude a bregar con esa concepción saboteadora que pretende echar por tierra tus sueños, te invito a echarle un ojo a Mentalidad de escritor, un libro en el que te hablo de estas trampas, de cómo superarlas y transformar una mentalidad estática en una flexible que te ayude a afrontar el tortuoso (a veces) camino que marcan las creencias limitantes del escritor.

Mentalidad de escritor