Y ahí es donde vas a empezar a pagar, con sudor…

Quiero ser escritor profesional

Pues sí, porque para ser escritor profesional hay que sudar. No basta con decir: «Oye, que yo quiero ser escritor profesional», sino ponerse esto como meta y currar como un bendito para conseguirlo. 

En Marketing online para escritores, te hemos hablado en otras ocasiones de temas muy relacionados con el objetivo de ser escritor profesional. Por ejemplo, Ana Bolox te contó en este artículo lo que hay que estudiar para ser escritor, Jaume Vicent te dio ocho consejos para poder vivir de escribir; yo misma —en el primer aniversario de haber colgado la bata— reflexioné sobre lo que nadie te cuenta de emprender como escritor...

En otros blogs, como el must para escritores que es Gabriella Literaria, te cuentan qué distingue al escritor aficionado del escritor profesional. 

Pero en este artículo quiero incidir en algo que puede que no hayamos tocado nunca y sin lo cual, el sueño de ser escritor profesional se queda en eso, en un sueño. 

Y es que lo que diferencia un sueño de un objetivo es ponerle fecha de caducidad.

Que sí, que está muy bien soñar. Plantearnos cuál es mi futuro ideal, lo que me encantaría que sucediera en cinco años, en diez… Incluso Shakespeare decía que la persona que no tiene sueños envejece enseguida.

Los sueños son nuestros motores en la vida. Pero todo motor necesita revisiones y ajustes y, si no los hacemos, corremos el riesgo de que ese sueño se quede ahí, en la chatarra por desuso, desestimado desde el principio. 

Un objetivo es algo distinto. Primero, porque consideramos que somos capaces de conseguirlo y, como somos capaces, le ponemos fecha. Puede que no tengamos la más remota idea de cómo llegar hasta ese objetivo, hasta esa meta, pero estamos seguros de que de alguna forma terminaremos llegando. 

Cuando marcamos una fecha en el calendario, nuestro cerebro se pone en marcha. Se organiza, planifica, te machaca con mensajes de «deberías estar escribiendo en vez de estar aquí perdiendo el tiempo en instagram». 

Es lo mismo que cuando escribes una novela: independientemente de si eres mapa o brújula, tienes que tener claro el final, porque si no, es muy probable que termines cometiendo inconsistencias y la novela no enganche a tus lectores. 

La motivación es el pilar fundamental de ser escritor profesional

Las personas que consiguen sus sueños suelen ser disciplinadas y perseverantes y raramente pierden de vista su objetivo final. Porque esto de ser escritor profesional es simplemente intentarlo más, no se trata de magia, ni de todo eso que se ha puesto tan de moda en los libros de autoayuda en plan «Pide y se te dará». Porque no es así y ya lo decía, en este maravilloso artículo, Chiki Fabregat. 

Pero es cierto que sentado en el sofá de tu casa sin dar ningún paso en pos de estos objetivos, es complicado que consigas nada. 

Primero, te recomiendo pensar en qué quieres conseguir de aquí a diez años.

Ya sabes, objetivos SMART (específicos, medibles, alcanzables, realistas y acotados en el tiempo).

Este es un ejercicio con el que empiezo siempre las formaciones (el programa de visibilidad que se abre en enero y que ya tiene lista de espera por si quieres apuntarte  y el programa de escritor profesional). Y es curioso cómo, a pesar de tener un deseo vago de «querer ser escritor profesional», no nos planteamos nunca cómo conseguirlo. 

Las oportunidades están ahí, al alcance de la mano, pero muchas veces nuestra propia actitud derrotista no nos las permite ver.

No creo en la suerte, creo en estar en el momento adecuado y el lugar adecuado. Y muchas veces, ese momento y ese lugar es el que tú propicias. 

Cuando la gente me dice que es una suerte que consiga vivir de lo que escribo, me pone un poco de los nervios.

Porque no es suerte en absoluto.

Me llevó aquí el sufrir mobbing laboral en mi trabajo como médico y buscar una salida que me gustara. A eso se unió lo complicado que es conciliar una vida familiar con los horarios esclavos que conlleva el ser sanitario en este país. 

Me formé en herramientas que me facilitaran lo torpe que era tecnológicamente, busqué mentores que me ayudaran a mejorar en escritura, robé muchas horas al sueño para conseguir las metas que me había marcado… en fin, que podía haberme ido a otro hospital. O resolverlo de otra forma. Pero me esforcé, invertí en mí misma porque algo en mi interior me decía que siguiera para delante y yo siempre he escuchado a la vocecita de la intuición. 

No ha sido la suerte la que me ha traído de la mano a este artículo que ahora estás leyendo. Ha sido el trabajo, el esfuerzo constante, el convertir ese sueño en un objetivo a X años vista. 

Tú eres el responsable de lo que obtienes

Pero es mucho más sencillo infravalorarte, decir «que yo no tengo suerte», quitarle mérito a lo que consigues, «qué le vamos a hacer… la vida es así de puta». 

Cuando era pequeña, las ventanas del piso donde vivía eran muy altas. Cuando, de adolescente, mi abuelo vendió ese piso al que no había vuelto a entrar desde niña, las ventanas me parecieron bajísimas.

¿Qué había cambiado?

La perspectiva desde la que contemplaba la ventana. Desde abajo, antes. Desde arriba, ahora. 

Lo mismo ocurre cuando tú cambias la perspectiva desde la que analizas tu vida. Si te pones el chip de «vamos a ver qué tengo que hacer para llegar aquí», estoy completamente segura de que aparecerán ante tus ojos opciones y posibilidades para mejorar tu situación actual en las que ni siquiera habías reparado. 

Siempre podemos cambiar para mejor, pero para hacerlo necesitamos confiar en la posibilidad del cambio. 

No quiere decir que esto sea Jauja. Todos tenemos problemas, a veces problemas que no dependen en su mayoría de nosotros, pero si das por sentado que «nada de lo que hagas servirá para cambiar lo inevitable», lo inevitable acabará por suceder. 

Se trata de asumir responsabilidades

Cuando asumes que tú puedes tener parte de responsabilidad en cualquier cosa que te pasa, como por ejemplo un rechazo editorial, pasas al siguiente escalón: «¿Qué podría haber hecho para mejorarlo?». 

Todos tenemos miedos —yo la que más— y absurdas inseguridades con las que lidiar (El síndrome del impostor nos muerde la nuca a más de uno), pero puedes decirte a ti mismo: «Puedo empezar a moverme hacia eso que quiero. Me voy a poner en marcha»

¿Haces todo lo necesario para cambiar todo lo que depende de ti?

Como te digo en la master class que está aquí debajo, nuestro cerebro —muy puñetero él— es un yonki de la seguridad y no le gusta nada que te arriesgues a hacer cosas nuevas. El cerebro envía mensajes a tu interior que desatan emociones. Si esos mensajes son «qué torpe eres, qué mala escritora, qué poca cosa», ¿crees que tendrás confianza para emprender un camino como escritor/escritora profesional? 

Miedo, inseguridad, desconfianza. Eso es lo que sentirás. 

La mayoría de las veces no eres capaz porque tú mismo crees convencidísimo que no eres capaz. Pierdes la motivación porque fallas una y otra vez y no te detienes a analizar el fallo o a pedir ayuda a alguien que ha pasado por lo que tú estás pasando antes y puede reconocer los errores con facilidad. Y, como comprenderás, al sentirte así vas a dejar pasar oportunidades porque no te consideras a la altura. 

Los pensamientos negativos nos debilitan y son un peso en nuestros pies a la hora de subir la escalera de escritor profesional. Dudar de ti, de tu potencial, no tener objetivos claros (y SMART, insisto), sentirte frustrado ante cualquier pequeña crítica ajena sin pensar si es algo en lo que tendrías que mejorar, compararte constantemente con los demás, no ser tolerante… todo ello te lleva a alimentar una espiral negativa en tu interior y a proyectar sobre los demás tus propias debilidades porque eres incapaz de responsabilizarte de nada. 

La autoestima es la base de la carrera de un escritor profesional

Ojo, que digo autoestima y no ego. Son cosas distintas. 

El ególatra siente admiración por sí mismo, una admiración que cae en el narcisismo. Se cree perfecto, desde su punto de vista distorsionado da mil vueltas a los demás y lleva fatal las críticas. Una persona con mucho ego no se preocupa por los demás. Necesita que todo ocurra alrededor suyo y cuando no es así, se enfada. Nunca se cuestiona sus creencias ni escucha opiniones distintas a las suyas. 

La persona ególatra en realidad se quiere muy poquito. Oculta sus defectos tras la máscara de creerse más que los demás.

La persona con autoestima tiene una perspectiva realista de sus capacidades. Es consciente de sus virtudes pero también de sus defectos y no intenta esconderlos, sino que trabaja por solucionarlos. La autocrítica es una de las pocas formas de mejorar como escritor (que no crítica destructiva, ojo). Tiene empatía y se preocupa por los demás. Y sus relaciones son mucho más ricas porque sabe escuchar.

Todos los escritores caemos alguna vez en las garras del ego. Decir que no es mentir. Pero no crucemos la delgada línea entre autoestima y ego. 

Estés en el punto en el que estés, tres consejos de mindset para ser escritor profesional: 

  • Trátate bien: no te machaques mentalmente, no te maltrates y valora los progresos apuntando todo aquello que te parezca bueno en una agenda. Solemos minusvalorar lo que conseguimos porque es mucho más sencillo recordar lo malo. 
  • Disfruta de tu trabajo: escribir es tu trabajo. Valóralo como tal. Si no, nunca dejará de ser un hobby. 
  • Pide ayuda cuando la necesites: no eres supermán ni superwoman. Apóyate en los demás, reconoce que no lo sabes todo. Escucha.